Te Dare La Tierra(c.1) by Chufo Llorens

Te Dare La Tierra(c.1) by Chufo Llorens

autor:Chufo Llorens
La lengua: es
Format: mobi
publicado: 2010-09-23T23:00:00+00:00


59 Lujuria y avaricia

Laia no era ya la muchacha rebosante de juventud que había sido. Los meses de sacrificio le comportaban una tristeza que quedaba patente en el apagado brillo de sus grises ojos. Su vida transcurría a la espera del asalto que sucedía casi cada noche. Durante el día, siempre acompañada de aquella arpía, continuaba su rutina de siempre. Su mentor había ordenado que así fuera, ya que no quería que nadie atribuyera su desmejorado aspecto a maltrato por parte de él o a otra circunstancia a él atribuible. Iba y venía a los oficios religiosos, hablaba con damas de los prohomes que visitaban su casa y acompañaba a su padrastro a aburridas reuniones. Las veces que alguien comentó a Bernat su aspecto, éste alegaba:

—Ya sabéis que las muchachas, al hacer el cambio, pasan por períodos de languidez. —A lo que añadía que el físico judío que la visitaba ya le había recetado elixir de hierro y otros reconstituyentes.

A la única que nadie consiguió engañar fue a Adelaida, la vieja ama de cría cuya casa visitaba a menudo, que en una ocasión comentó a Edelmunda: «Esta niña padece mal de amores». La dueña, que siempre las acompañaba en sus visitas, respondió: «Son manías de jovencitas. A mí me cuesta un padecer cada día para que coma lo que su edad requiere. Su padre, que la adora, está desesperado».

Así fueron las cosas hasta aquel día.

Edelmunda, la dueña que Montcusí había designado como celadora de Laia, temblaba en pie frente a su amo dado que la nueva de la que era portadora no era precisamente una noticia fácil de dar ni grata de recibir, y ella era muy consciente de los fulminantes ataques de ira de su patrón a quien nadie se atrevía a contrariar. Habían transcurrido cinco meses y, siguiendo estrictamente sus indicaciones, había acompañado todos los días a la muchacha en su diaria visita a la celda de la esclava. Ésta, por indicación expresa de Bernat, había sido curada y era atendida puntualmente, ya que su restablecimiento colaboraba de forma notable a tener a su pupila entregada y sumisa ante su tórrida pasión. La muchacha estaba pasando un vía crucis, ya que si bien sabía que de ella dependía no únicamente la vida, sino evitar una terrible muerte para Aixa, ignoraba cuánto tiempo iba a ser capaz de aguantar aquella ignominia. La esclava desconocía todo ello, ya que la primera vez que se cometió el sangriento desafuero, precisamente en su celda, había permanecido desmayada. Cada día se daba cuenta del demacrado rostro y de las inmensas ojeras que ensombrecían los ojos grises de su joven ama, pero lo atribuía al sufrimiento por la ausencia de Martí y al hecho de que todo el engranaje de misivas hubiera sido descubierto.

La vida de Laia era un infierno. Cada vez que su padrastro se presentaba en la cámara, temblaba, y durante el tiempo que abusaba de ella, intentaba que su mente se evadiera y vagara por otros parajes, imaginando un futuro lejos de aquel sátiro, de manera que ni tan siquiera llegaba a oír sus entrecortados gemidos.



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